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El hombre que no sabía latín

El filósofo William Leibnitz acudía con frecuencia a la Universidad de Leyden, donde a menudo mantenía polémicos y apasionados debates con estudiantes y profesores, siempre en latín.

Durante algunas de sus últimas comparecencias, Leibnitz observó que un zapatero de su vecindario acudía regularmente a los claustros. Finalmente la curiosidad le pudo y un día se acercó a él y le preguntó si sabía suficiente latín como para seguir el hilo de aquellas conversaciones.

"¡No! -contestó el hombre- De latín no sé nada, ni tengo intención de aprenderlo. Yo sólo vengo a ver cómo discuten ustedes."

"Pero, si no sabe latín, ¿cómo puede saber quién tiene razón en las discusiones?" - preguntó extrañado el filósofo.

"¡Oh, eso! Muy sencillo: cuando oigo que alguien grita mucho, sé con seguridad que no tiene razón."

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