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En el medico

Al servicio de urgencias llega un paciente relatando que, mientras trabajaba en una labor de carpintería, le ha saltado un fragmento de madera al ojo y que lo nota allí clavado. Tras una rápida inspección, la enfermera que ha recibido al paciente confirma que tiene una pequeña astilla clavada en el párpado, algo que debe resolverse de inmediato. Indica la hombre que pase un momento a la sala de espera -a esa hora llena de gente- mientras avisa al doctor. El médico decide que esa urgencia es prioritaria sobre las que aguardan su turno de atención y le dice a la enfermera que haga pasar enseguida al carpintero. La enfermera, habituada a utilizar la jerga médica sin pararse a pensar en que quizá el público no la entiende, se asoma a la puerta de la sala de espera y anuncia en voz bien alta:

- ¡¡A ver, que pase el señor del "cuerpo extraño"!!

Nadie responde a su llamada. Echa un vistazo a los grupos de personas que se encuentran en la sala y como no ve al paciente, insiste:

- ¡¡El señor del "cuerpo extraño", que pase enseguida!!

En eso, un hombre se levanta con cierta dificultad del aciento que ocupaba desde hacía mucho rato y se aproxima a la enfermera. Es un hombre con una marcada deformidad en la espalda, una chepa considerable, que, además, cojea ostensiblemente y tiene una parálisis facial, secuelas quizá de un grave accidente o de otra enfermedad. El sujeto se para ante la enfermera y le dice:

- Bueno, bueno, ya paso. Pero, ¡joder!, me podía haber llamado de otra manera, ¿no?

A las cuatro de la madrugada se presenta una señora acompañando a su hijo de diecinueve años y con la escolta de otros dos familiares. La hora de llegada y lo amplio del cortejo harían prever una enfermedad seria en aquel muchacho que, no obstante, muestra a primera vista -esa primera vista tan sagaz y experimentada de quienes llevan muchos años en uno de estos servicios- un aspecto rozagante sólo tenuemente velado por el sueño que se asoma a sus ojos.

- ¿Qué le pasa?

Es la madre quien toma la palabra.

- Pues que ya no podemos seguir así ni un día más -recuerden que son las cuatro de la madrugada- A este hijo mío "le huelen horrorosamente los pies" y quiero una solución porque en casa no hay quien pare con ese olor todas las noches.

No les he añadido ni una coma -bueno, para ser exactos he corregido algunas faltas de ortografía-. Son dos situaciones en teoría reales que leí hace unos días en Eskuela de Kalor, sacadas a su vez del libro de J. Ignacio de Arana "Diga treinta y tres (Anecdotario médico)".

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2 comentarios:

Rodavlas dijo...

Me encantó el post de ayer.. jejeje.. Hay frases que son buenisimas.

Saludos¡¡

Anónimo dijo...

Que guasa con el del cuerpo extraño. Lo gracioso es que estas cosas ocurren realmente.

Un saludo.

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